Ser Valiente

Ser Valiente

Ser Valiente es haber deshojado calendarios enteros de insomnios, hablándole con mis versos, negándole a su desamor la posibilidad de acusarme de silencio.

Ser valiente es haber recorrido, con la sed de mis remembranzas, desiertos enteros de indiferencia, solo para tocarle los ojos, esos ojos que hoy se niegan a leerme.

Es haber desafiado a la prudencia de mi boca, que sumisa aprendió a callar, para darle rienda suelta a mis letras, ay mis rebeldes e impudentes letras!, que aún hacen que su nombrese me desborde desenfrenado por los dedos.

Ser valiente es haber entendido que en la compleja geografía de las almas, están trazadas las más vastas distancias y que la distancia es inexcusablemente una condición de la voluntad, mi voluntad.

Es haberme abastecido de poesía, para que por duro que parezca este infierno llamado soledad, aún traiga escondido en los bolsillos de estos versos, suficiente cielo para los dos.

Es hacerle perder a esta lejanía todo su poderío, cuando desnudos de cualquier realidad, entre mis sueños, me observe hacerle el amor a su recuerdo.

Ser valiente es que ya no me importe que usted no sea nada mío, si a miles de kilómetros de silencios, en este para siempre, yo, mientras busco el valor para escribirle estos versos, sigo siendo toda suya.

La sentencia

Muchos años después,
frente al pelotón de fusilamiento,
logré reconocerlos;
los años que no viví,
los días perdidos, las lágrimas,
los insomnios recurrentes,
los besos que me guardé
la interminable espera,
mi autocompasión y su recuerdo;
parados frente a mí, mirándome a los ojos,
fusil en mano y decididos
a cobrar sentencia,
apuntándole a las pocas horas
que le quedaban a mi reloj
y a mi ya inaudible y reiterativo rezo
en la otra vida sí mi amor,
en la otra vida.

Tu Retrato

Hoy en otro recuento insomne
de lunas desperdiciadas,
rebusco en la alacena de mi tristeza,
la irrefutable evidencia de sus ojos,
la prueba de la existencia de mi pesar
y desde el descolorido papel
al que los calendarios
-al igual que a mi-
le siguen secuestrando la vida,
le veo mirarme y sonreir,
como si supiera que le espero,
como si no supiera que estoy a punto de perder la esperanza.

Cláusulas

Puedes guardar silencios
que griten que me olvidas
y hasta puedes odiarme, si quisieras,
mientras finges olvidar,
pero no podrás silenciar
tu nombre en mis versos,
ni detener mi mano si te pienso,
ni renunciar a tu lugar en mi poesía,
ni a mi estúpido voto de amarte
sin letra menuda.

Veredicto

Le amaras por siempre y te acostumbrarás a su ausencia, paulatinamente el dolor se volverá poesía y aunque el cuerpo se niegue a aceptarlo serás consciente de haber presenciado tu propia muerte, por que han condenando tu alma al infierno de la soledad de un cuerpo que se niega a irse y mientras cargas en tu espalda las pesadas cadenas de la ausencia, suplicas al cielo que todo termine, y rezas, como si hubiera redención en el infierno, por el espejismo del regreso o el pronto milagro del olvido.

Deja Vu

Que odias la injusticia, -piensas-
mientras probando tu café,
clavas la mirada en el desconsuelo
de un alma desconocida.
-como nosotros ahora-

De repente,
tropiezas en sus ojos, con la memoria
de mis tristezas de ti
y reconociéndote juez y verdugo,
giras la cabeza fingiendo indiferencia.
-como aquella tarde conmigo-

¡Dos más de azucar señorita!
pides volviendo, melancólico,
a tu café, ahora amargo y frio.
-como tu vida sin mi-

 

-De la serie Bitácora de un viaje hacia ninguna parte

Recuerdo que dolía

Recuerdo que dolía,
ese primer beso, su mirada, su cercanía,
mi alma sabía que no se quedaría
y la certeza me hacía temblar
porque el miedo duele ¿sabe?
y allí en esa calle donde todo empezó
igual que en esta hoja de calendario donde todo termina,
todo usted sigue doliendo,
en la ausencia, en la memoria,
en el silencio, en el miedo de lo inevitable, duele,
en los plazos que se vencen, en las fechas que se cumplen,
en las llamadas vacías de su voz,
en los besos que no llegarán a su boca,
duele en las manos que escriben estos versos que nunca leerá, porque ya sus ojos olvidaron el camino,
por que ya el camino le condujo hacia otros miedos,
por que ya sus miedos le alejaron de los míos,
y yo, estancada en esta ausencia recuerdo con absurda nitidez que besándolo aquella noche dolieron las certezas,
dolieron los barrotes que apresaban mis alas,
dolía el reloj que sarcástico iniciaba su cuenta regresiva,
¿y sabe qué recuerdo con total exactitud?
recuerdo que no importaba, porque al igual que aquella noche,
a usted, aunque me duela, lo volvería a vivir mil veces.

VERTE

Salir a la calle y sonreír
como si no me faltaras,
caminar entre la gente
ocultándoles que hoy
elevé otra plegaria al destino,
con la esperanza llena de ganas de ti
y la fe puesta en la casualidad,
rogándole verte doblar la esquina
con mi nombre en una mano
y mil promesas arrugadas en la otra.
Salir a la calle y sonreír como si ya supieras
que todas las fechas de mi calendario
llevan tu nombre
porque me gusta pensar que voy a verte,
no sé de que modo,
ni donde,
ni cuando,
si en esta calle o en otra vida,
solo me gusta pensar que pasará
Pero ¿qué vas a saber tu de ilusión?
Si nunca te ha tocado, como a mi,
Salir a la calle y sonreír
como si no supiera que ya no vendrás.

Desapareces

Desapareces
como el humo del cigarrillo
cuando el viento interfiere,
se me van disolviendo
en ausencia de tu voz,
las promesas, los recuerdos y la fe.
y ya no tengo certeza
de si avanzo hacia el abismo
o me estoy alejando del borde;
Solo sé que tu desapareces
ya casi no te llamas ausencia,
ya pocos podrían intuir que habitaste
este abandonado zoológico de mariposas,
desapareces
de la oscuridad voluntaria de mis ojos,
del calendario de mis fechas especiales
y de mis alegrías por contar;
Como el humo del último cigarrillo desapareces
y eso no te lo voy a perdonar.

Bitácora de un viaje hacia ninguna parte

Lo duro del desamor no es seguir vivo, lo verdaderamente duro es
que lo que te queda de vida en el cuerpo ya no lo quieres volver a usar;
Aquí, como en una triste carta suicida, que nunca usé, encontrará resumida la historia de como fue que empecé a morir de usted.

No se trata de soltar, es más complicado que eso
sabes que aquel sentimiento no era solo amor, era hogar,
tu alma había llegado a casa e irse de casa cuesta un poco más.
Empacas lo que te quedó de dignidad
y lo embonas en la maleta junto a las promesas,
miras atrás rogando al cielo que alguien venga corriendo a detenerte,
pero ese alguien salió antes que tu,
huyendo por la herida que le abrió a tu pecho y que no habías notado por estar esquivando las balas
que disfrazadas de excusas y razones perforaron toda tu fe
y es que las balas no siempre están hechas de pólvora;
las hay de crueles palabras, otras tantas de silencios
y algunas otras de olvido y esas – señor mio – son las peores,
matan tan despiadadamente que te dejan vivo.

Y escarbas dentro, entre la ausencia y las heridas,
buscando esa fortaleza que todos dicen debes tener
y no encuentras sino soledad y abandono y abatido te dejas caer,
vencido sientes el frío del desamor calándote hasta los huesos
e inmóvil tu entumecido cuerpo se niega a avanzar
porque sabe que el único sol capaz de calentar esa helada melancolía
late en su pecho -Y qué léjos está-

Y solo quieres dormir,
necesitas dormir y no despertar hasta que el alma deje de doler,
anestesiarte mientras dura el recuerdo,
dormir y esperar al olvido durmiendo,
combatir el insomnio con el arma más letal,
la inconsciencia, el coma profundo,
dormir y si el cielo se compadece morir durmiendo
o que por piedad, al volver, te diagnostiquen amnesia,
pero tampoco tienes tanta suerte.

Entonces el tiempo te obliga a levantarte, y no entiendes por qué  insisten en que todo lo cura
si al despertar del aturdimiento que te ha dejado su ausencia,
te siguen doliendo los faltantes,
como quien pierde una parte de su cuerpo y aún la siente,
ese amor mutilado parece palpitar donde habitaba,
tal vez es que el amor sigue ahí, quizá quién ya no esté seas tu.

Un día cualquiera te miras al espejo buscando respuestas e intentas sonreír, sucede que el despiadado tiempo te ha hecho creer que estás bien, que estás a salvo
y empiezas a decorar de poesía tu disfraz de olvido y de soledad,
y logras mentirle a todos, pero a ti no puedes engañarte, sigues ahí, con tu maleta en la mano, parado en la misma ausencia, con rumbo hacia ninguna parte
y te sigue doliendo y cada letra que escribes duele como si te abrieran el pecho
y en vez de sacarte el corazón te clavaran un recuerdo -y no mueres-
agonizas con la noche, con la lluvia, con la soledad
y te vuelve a sangrar la herida que te abrió para salir,
porque no se fue por completo.
-Todo lo hizo mal, hasta irse-
@NuevoPapel

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